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LOS INMUEBLES LOS ENTREGAN DESTRUIDOS!!!


Transcurría el año 1972, el entonces presidente de la República de Colombia, Misael Pastrana, mediante el Decreto 667 creó el sistema UPAC, el cual, tenía como principal objetivo mantener el poder adquisitivo del peso y ofrecer una solución para tomar un crédito hipotecario de largo plazo para comprar vivienda.


Este sistema se mantuvo sin mayores novedades durante más de 20 años, pero en 1997 la crisis se evidenció con la liquidación de instituciones como Leasing Capital, La Fortaleza, varios bancos comerciales y corporaciones de ahorro y vivienda.


La crisis agudizó con la intervención del Granahorrar, la más importante del país creada bajo la sombra del sistema UPAC en 1972, luego, desparecieron instituciones icónicas como la Caja Agraria, el Banco Central Hipotecario (BCH), el Banco del Estado, El Andino, el del Pacífico. El Fondo de Garantías de Instituciones Financieras (FOGAFIN) salió al rescate de varias entidades a través de créditos de capitalización.

Lo peor de la crisis, por supuesto, estuvo en contra de los deudores quienes sufrieron un alza desproporcionada en las tasas de interés que condujo a la perdida de sus inmuebles en niveles en los que el Gobierno tuvo que decretar la emergencia económica y salir a subsidiar a los deudores. Al final el sistema UPAC desapareció y fué remplazado por la UVR.

¿Cómo conecta esto con los REMATES JUDICIALES?. Las absorbidas, fusionadas o entidades en liquidación, instauraron miles de procesos que culminaron con el remate de bienes, propiedades que habían sido pagadas 5 y 7 veces, al final se perdieron en subastas judiciales, lo peor no paraba allí, ya que al acreedor casi verdugo le adjudicaban los inmuebles, una época en la que los bienes provenientes de remates junto con las daciones en pago engordaban los portafolios inmobiliarios de las corporaciones de ahorro y vivienda transformadas ahora en Bancos.

Luego del remate, venia la entrega de la propiedad al verdugo hipotecante y adjudicatario, muchos deudores con gran ira y descontento rompían los pisos, retiraban las puertas, rayaban las paredes por mencionar solo algunas de las afectaciones que sufrían las propiedades, de esta situación lo medios de comunicación dieron gran despliegue que se grabó en la memoria de los colombianos en aquellos años, por ello, pasadas dos décadas aún subsiste el temor que los inmuebles sean desmantelados y entregados al rematante en precarias condiciones.

En estos 19 años participando en remates judiciales, recuerdo llegar justo en la tensión, con nueva normatividad y reformas al interior del código de procedimiento civil, ví la excesiva participación de las entidades bancarias adjudicándose las propiedades, un espacio reducido con poca maniobra para las personas que participábamos en las audiencias.


Cuando al fin compramos nuestro primer remate hacia 2003, en el aire se sentía el temor, la incertidumbre, pero fuimos recibiendo uno a uno los inmuebles, evidenciamos en causa propia que las entregas se podían hacer voluntariamente, sin la frivolidad con la que actuaban muchos abogados de las entidades. En más del 95% de los casos no necesitamos usar la fuerza pública del Estado para desalojar, siempre ha mediado el dialogo y acuerdo con los expropietarios. En cada vivienda encontramos seres humanos, llenos de historia, merecedores de respeto, de comprensión, de trato digno, necesitando un espacio de tiempo para reorganizarse y salir de la propiedad, hacer ese "duelo" de perder lo conseguido con esfuerzo, darse ese tiempo para entender que el culpable no era el rematante, aquel, ajeno a su debate procesal era solo una consecuencia de sus propios actos. Fue así como con respeto, dialogo, ayuda se han logrado cientos de entregas, permitiendo una oportunidad a una nueva familia de tener un techo, una fuente de ingresos. Para aquel deudor se cierra una etapa dolorosa en su vida, esa entrega de la "propiedad" que un día le sirvió, mañana resguardará a otro, entender a fuerza de las circunstancias que el fracaso es parte del camino al éxito, que no se pasa por la vida sin pena ni gloria, sin raspones ni caídas, lo que cuenta es la actitud como enfrentamos cada prueba, el perdón al otro y consigo mismo, que merecemos ser tratados como tratamos, así seremos juzgados en el cielo (para los que creemos en él).


Gerly Pulido Olave

Abogado

Esp. Der. Procesal

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